Los Celtics y el básquetbol del bien común

Este juego, vital desde cualquier punto de vista, era algo así como mostrar las cartas repartidas en la cancha. Por confesión de partes, relevo de pruebas: el juego del baloncesto tradicional frente al vértigo profundo del talento. Lo que antes parecía acabado contra el mundo que parecía guardarlo todo. Este deporte, a diferencia de sus competidores, es dinámico, cambiante y de aprendizaje evolutivo.

Los Celtics proponen, pues, una vuelta a un baloncesto que hasta este 2022 parecía primitivo. Construido en silencio, a la sombra de los demás. Tal era el sueño de Ime Udoka, que nació como asistente de Gregg Popovich en los Spurs. Empezar por la defensa para encontrar soluciones en ataque. Distribuir las responsabilidades de forma que nadie sea imprescindible. Para ir paso a paso en la escalera del éxito. ¿Quién pensaba que los Celtics tenían serias posibilidades de ser campeones antes de empezar la temporada? Quien levante la mano está mintiendo.

Boston es la suma de sus partes en función del éxito. Y es un equipo de redención continua, porque ese tercer cuarto de ayer, con Curry encendido como en sus mejores tiempos, hubiera sido letal para cualquier equipo con dudas de carácter. Pero estos Celtics no son los Celtics de años atrás: en el camino hay experiencia y aprendizaje. Esta es una fórmula verde construida en el laboratorio hace años, con probetas que pasaron de las manos de Brad Stevens a Udoka. Hay mejora de las personas sin alardes histriónicos, hay baloncesto-cultura con funciones claras. Hay actitud, determinación y convicción construidas a golpe de cincel. Qué difícil es derrocar por completo a este equipo. No basta con soplar fuerte: lo que antes parecía un castillo de naipes hoy es hierro grabado a fuego.

Es mucho más difícil tapar doce agujeros que uno solo. El equipo sobre el individuo, el deporte de espaldas a un objetivo común. Cuando eso ocurre, cuando la mente entra en plena concentración, no hay maravilla de Curry, tiro de Thompson o grito abusivo de Draymond Green que pueda cambiar la historia.

Los Celtics devuelven a los amantes de la NBA a los tiempos nostálgicos de otro baloncesto que parecía dormir en un baúl. Una versión renovada de los San Antonio Spurs de la década pasada, con velocidad, juego de pases, movimientos fluidos y defensa. Sobre todo la defensa. De aquel elegante equipo monocromático a este verde cargado de energía. Sistema por encima de híbridos multifuncionales y talento sobrenatural. Boston es un freno de mano para los adoradores del progreso. A los que piden cambios de reglas, a los que dicen que lo que una vez fue no puede volver a ser. ¿Qué es el baloncesto sino esto? Se puede ganar sin tiros desde el logo y sin saltos acrobáticos. El baloncesto que se jugaba en el parqué renace con un equipo moldeado con la paciencia de los artesanos y el corazón de los boxeadores.

Desde el pincel de Jayson Tatum hasta las flechas de Jaylen Brown. De la defensa flexible de Al Horford a la extensión arrolladora de Robert Williams III. El corazón hecho motor de Marcus Smart y el sacrificio de Grant Williams. La inteligencia de Derrick White y el tiro letal de Payton Pritchard.

¿Quién es el mejor jugador de este equipo? Es imposible saberlo. Cada noche es la primera. Sufren los perseguidores del MVP en serie con este equipo de Boston. El mejor jugador está en la tranquila suma de las partes. Si no estás bien, estaré ahí para corresponderte. Si te duele, puedes descansar sobre mis hombros. Los Celtics desafían a la NBA de las estrellas y arrancan las etiquetas de una liga poco acostumbrada a este tipo de proyectos silenciosos.

Los Warriors, a priori favoritos en esta eliminatoria, ya no sonríen como antes. El baloncesto tibio del bien común desafía el vértigo del brillo individual. Esto es mucho más que una final de lujo: es un duelo de estilos claros, un desafío deportivo-cultural, que pone a los seguidores de este juego en un debate que merece cada línea de discusión.

El viernes, pues, será el turno del cuarto partido.

Y lo mejor, como siempre, está por llegar.