Chris Paul, la esperanza de los nostálgicos
Chris Paul es la esperanza de los nostálgicos. Una fisura instalada en el interior de la Matrix construida a base de pancartas de numerología extrema. Lentamente, a velocidad de crucero, abre el pergamino y presenta al mundo un baloncesto analógico en la era de las redes sociales.
Es la biblioteca cargada de libros contra el banco de Wall Street. ¿De qué lado te gustaría estar?
Avanza, pues, el representante de los que ya peinan alguna cana. De los que aún saben distinguir entre un base y un escolta compulsivo. De los cazadores de emociones que entienden que el deporte es diferente a cualquier otro arte por lo que transmite. Por lo que moviliza.
Es la representación de Pablo ante el mundo. El placer de ver que quien se toma el tiempo que necesita sin dejarse mangonear, también puede obtener triunfos sustanciales. Que la belleza de lo diferente puede romper el esquema de la producción en masa. La sensación de que todavía hay espacio para los que leen los textos hasta el final. Los que son capaces de pasar la barrera del minuto sin despotricar. Los que se preocupan poco o nada por los seguidores y las interacciones compulsivas. Los que saben qué hacer cuando se cae internet. Los que son capaces de sacar tiempo, sin excusas, para jugar con sus hijos sin pantallas de por medio.
Chris Paul es el icono que nos lleva a lugares que parecían olvidados. A visitar panteones de sensaciones extinguidas. A contradecir la lógica imperante. Nos dice, en cada ofensa lenta, que hay espacio para los que esperan sin desesperarse. Para los que escuchan sin mirar el reloj, los que aplazan lo que sea para tomar ese café pendiente, los que no sucumben a la tentación de comprar lo que se les ponga por delante para pertenecer. Los que esquivan los algoritmos de lo que debería ser. Las personas grandes, pero grandes de verdad, saben que la felicidad está en las pequeñas cosas.
Quizá no baste con ganar el campeonato. Quizá los Phoenix Suns, con su baloncesto armónico, no tienen lo necesario para ganar el gran premio. O tal vez sí lo tengan. De lo que sí estoy seguro es de que nosotros, los que disfrutamos de esta idea utópica de forma y fondo, sacada de otros tiempos, haremos todo lo posible para que se produzca el milagro. Para que se logre, para poder codearnos con quien tengamos al lado y decirle: ¿Ves que se puede hacer? ¿Os dais cuenta de que las cosas se pueden conseguir de otra manera? Pararse a contemplar el paisaje. Mirar hacia atrás una vez más para abrazar el presente de una manera diferente.
La lucha contra los prejuicios, los dogmas y el utilitarismo extremo es una batalla cotidiana.
Lo imprevisible, lo maravilloso, lo extraordinario, está siempre a punto de suceder.
Aquí lo tenemos.