Intriga, fascinación y sorpresa: Kyrie Irving

No espere que hable de estadísticas esta vez. Los amantes de los números fríos no acuden a mí, los estudiosos de las matemáticas no se detienen en este texto. Disfruten los amantes de la poesía, de las obras infinitas, de aquellos que sonríen ante movimientos imposibles.

He aquí el regreso de la literatura al ámbito deportivo. La fina línea de pintura sobre el lienzo. El alquimista con el justo equilibrio en el laboratorio, la magia que nace de la mano de Kyrie Irving. No de derechas, sino de izquierdas. No con bandeja, sino con gancho. O un semigancho para ser más precisos. O lo que quieras. Porque pueden ser múltiples cosas, pero lo que no puede ser es indiferencia ante algo así. Lo que no podemos hacer es evitar saltar de nuestros asientos, gritar, menear la cabeza. Porque alguna vez ya lo vivimos. Ahí está Kareem Abdul-Jabbar nuevamente con su gancho hacia el cielo. Magic Johnson derrotó a los Boston Celtics con su movimiento de imitación perfecto para ganar la gloria.

Como escribió una vez Marshall McLuhan, el medio es el mensaje. Irving, entonces, es en sí mismo ese mensaje críptico para quienes miran de cerca. Hay una máxima que le rodea: puede hacer cosas que otros no pueden. Puede cambiar de manos con la velocidad de un contador de cartas, puede mover su cuerpo con la plasticidad de un equilibrista profesional, puede hacernos sentir nuevamente, por una noche, que el mundo nos pertenece.

¿Qué es el baloncesto si no es lo que vimos? ¿Qué es el deporte si no se centra en un juego emocional que se extiende en el tiempo? La estrella de los Denver Nuggets, Jamal Murray, un brillante jugador decisivo, anota un triple. Del otro lado, el mago balcánico Luka Doncic se replegó y triplicó para empatar. Murray falla su tiro, Jason Kidd pide tiempo a falta de 2,8 segundos, y en ese tiempo de Fórmula Uno, en esa pausa en boxes para medir corazones, Irving regala una acción de fantasía para saciar el hambre de los cazadores de emociones perdidas.

Bienvenidos, una vez más, sentimentales de los foros y redes. La nostalgia del baloncesto en estado puro, una chispa necesaria para calentar la NBA de cara a los playoffs. Ah, la competencia. El que nos faltó en el All-Star y el que sirve para darle sentido a este maravilloso deporte. Dicen que es cine, pero mucho más que eso es teatro: el conflicto nace del duelo entre Luka Doncic y Nikola Jokic, de esa expectativa significativa, pero acabará resolviendo con la puñalada deportiva de un tercero que revive como El Phoenix recuperará su marca insignia. Intriga, fascinación y sorpresa: la tríada perfecta para sentir que estamos vivos.

Irving supo ser Harvey Dos Caras en los últimos años: refutador en serie de la COVID-19, fanático de la tierra plana, tuitero excéntrico y controvertido, pero también un fenomenal jugador de baloncesto. La jugada del domingo por la tarde, en la victoria de los Dallas Mavericks contra los campeones Nuggets, es un recordatorio fundamental de esto último: una forma hermosa y antológica de susurrar en voz baja un regreso. Una línea en un guión abierto según un talento-artista de esta naturaleza: “No olvides que todavía estoy aquí. La lucha no termina hasta que termina”.

Recorramos entonces juntos este camino hacia la felicidad, aunque sea efímero: Irving, la estrella de los Cleveland Cavaliers que ganó un título con LeBron James en 2016, el que anticipó este movimiento con un golpe de timbre con los menos hábiles. En diciembre de 2022 con los Brooklyn Nets contra los Toronto Raptors, dice que todavía tiene cosas importantes que decir: “El equipo es de Luka Doncic, lo sé, pero él también es mío. A partir de esta noche, él también es mío”.

Disruptivo, hábil, creativo y diferente -sobre todo diferente-, Irving vuelve a despertar el asombro con una obra de ilusionista crack. Con una mano o con la otra. Derecha o izquierda. Los Mavericks quieren, de una vez por todas, dejar la mediocridad a un lado y vivir con lo extraordinario.

Ya tienen a Doncic. Y ahora, por fin, y justo a tiempo, tienen a Irving.

Bienvenidos, entonces, a la NBA que nos apasiona.

Bienvenido a la NBA, donde siempre están por suceder grandes cosas.