Los 76ers avanzan con un nuevo proceso
Los Philadelphia 76ers han ganado ocho partidos consecutivos. Su inicio de 8-1 es su mejor inicio desde la temporada 2000-01, cuando comenzaron 9-0 y terminaron jugando en las Finales de la NBA. En ese momento, en sus filas se encontraba un jugador revolucionario, un ícono de la rebelión: Allen Iverson.
Nick Nurse ha apostado por Filadelfia con reglas a seguir. Está construyendo hábitos y un día a día que tiene todo para evolucionar en cultura. El equipo es más que cualquier individualidad y por eso todo funciona con fluidez. Una estructura que se mueve como un organismo vivo, de forma sinérgica y armoniosa, en la que cada acción ofensiva o defensiva tiene una lógica intrínseca. Hoy en día, los Sixers tienen la quinta mejor defensa de la NBA (104,8 puntos por cien posesiones) y la tercera mejor ofensiva (117,2 puntos por cien posesiones).
Para lograrlo, tuvieron un golpe de fortuna a tiempo. Quitaron una pesada bolsa de arena para poder despegar correctamente. James Harden, líder negativo por excelencia capaz de destruir absolutamente todo para lograr su propio confort temporal y efímero (léase Rockets, Nets), salió a fusilar públicamente a Daryl Morey, uno de sus padres deportivos que lo cobijaba cada vez que podía. . Egoísta, fuera de lugar y más caprichoso que rebelde, forzó un traslado que finalmente se produjo. Y acabó siendo, una vez más, un disparo al corazón de su propio ego.
“Yo soy el sistema”, dijo Harden en rueda de prensa a su llegada a los Clippers. Hoy el ‘otro’ equipo angelino tiene un balance de 0-4 desde la llegada de La Barba y empiezan a ser el hazmerreír de la NBA. El domingo perdieron 28 puntos con Harden en cancha ante los Grizzlies, el contendiente con peor inicio de temporada. Esto nos invita a pensar que el sistema que Harden defiende está obsoleto, contaminado y no sirve a nadie más que a él mismo. Las cosas no son como ellos quieren que sean: son como son.
Dicho esto, Philadelphia sacó la manzana podrida del cajón (ya lo había hecho hace un tiempo con Ben Simmons) y empezó a despegar para discutir en serio el Este con Boston Celtics y Milwaukee Bucks. Con Harden a miles de kilómetros de distancia, Tyrese Maxey llevó su juego a la estratosfera. Todos sabíamos que era un buen jugador, pero hoy podemos comprobar que es mucho más que eso. Su despegue es similar al de Shai Gilgeous-Alexander cuando dejó a los Clippers por el Thunder en el intercambio que contó con Paul George como la estrella revelación.
Que Maxey esté hoy en los Sixers también es una cuestión del destino, los Sixers lo eligieron en el puesto 21 del Draft 2020, pero ese pick pertenecía al Oklahoma City Thunder. Los Sixers adquirieron esa selección en 2016, luego la separaron y la recuperaron en el acuerdo que envió a Markelle Fultz al Orlando Magic. Lo extraño fue esto: Filadelfia recibiría esa selección sólo si caía en el puesto 21 o más tarde; de lo contrario, el Thunder enviaría dos jugadores de segunda ronda. Y aquí estamos.
Maxey anotó 50 puntos el domingo por la tarde, confirmando todas las sospechas puestas sobre él. Es el segundo jugador más joven en la historia de la franquicia en anotar 50 puntos en un partido, sólo detrás de Iverson que lo logró en 1997, con 21 años. El aumento anotador de Tyrese es absurdo: promedia 28,6 puntos por aparición, lo que es un aumento. +8,3 respecto a la temporada pasada (20,3). Sus números de la semana pasada son fuertes argumentos para su crecimiento: 31,5 puntos, 5,8 rebotes, 8,0 asistencias por partido, 52,1% desde el campo, 39,5% desde el arco y 92,9% desde la línea de tiros libres.
Cuando decimos que los Sixers rinden por encima de nombres, no podemos dejar de mencionar a Kelly Oubre Jr., que está teniendo un gran inicio de temporada, que fue atropellado por un coche el sábado cerca de su casa y estará de baja un tiempo considerable. . debido a una fractura de costilla y golpes en una pierna y cintura. Cuando un equipo es bueno y hace bien su trabajo, se forma en base a las cosas que suceden para llenar esos vacíos.
Es curioso, porque hemos llegado al noveno párrafo de este escrito y recién ahora diremos la palabra mágica de los Sixers: Joel Embiid. El pívot camerunés, vigente MVP de la NBA, no bajó ni un centímetro su rendimiento. Promedia 32,4 puntos, 11,7 rebotes y 5,7 asistencias por partido. Está bien decirlo, porque muchas veces sube a un jugador y baja a otro. Aquí no ha pasado: suben todos juntos. El año pasado, Filadelfia tuvo dos estrellas: Harden por un lado y Embiid por el otro. Un desafío constante en la cancha para ver cuál de los dos era el dueño del equipo. Innecesario y agotador. El objetivo para 2023-24 no es tener uno y otro, sino que dos trabajen juntos. Mejorar el juego de pick and roll, encontrar mejores espacios para Embiid, Maxey comprende mejor el timing del juego. Entiende este crecimiento como un proceso que lleva tiempo. Un dúo de liderazgo y un equipo de acompañamiento. Algo parecido a lo que crearon Jamal Murray, Nikola Jokic y la estructura que los rodea en los Denver Nuggets para ser campeones.
Robert Covington, Nicolas Batum y Tobias Harris también ven esto como un resorte. Por no hablar del mencionado Kelly Oubre Jr. Estos signos los detectamos en la expresión corporal, en la satisfacción de hacer las pequeñas cosas, en la tranquilidad que sólo da sumar triunfos siendo mejor que el rival de turno. Son los jugadores, pero también el cuerpo técnico y la dirigencia.
Morey, en lo más profundo de su ser, sonríe. Porque aprendió algo nuevo, y no estamos hablando de la decepción del puñal clavado en la espalda por Harden. Es otra cosa. El hombre que quería hacer de los Rockets un equipo de fantasía, que pensaba que podían ganar con sólo mirar los números y las planillas, está empezando a comprender algo fundamental en la vida: las victorias y las derrotas tienen que ver con las personas. Con estados de ánimo. La felicidad, para lograr resultados, es importante. La inteligencia emocional hace que todo lo demás, si está ahí, surja como una fuerza abrumadora.
Los Sixers, que hace apenas un par de meses eran una gran incógnita, hoy son una certeza.
Han decidido tomar las riendas de su propio destino. Y eso, tarde o temprano, trae resultados.